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Azpiazu y las desconexiones sistémicas

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Hay quienes dicen que que soy muy pasional, que no siempre gestiono debidamente mis sentimientos y que los muestro con una facilidad y una rapidez inusitadas. Hace unos meses, hablando con dos representantes políticos, uno de ámbito nacional y otro de ámbito autonómico, volví a dar la razón a quienes hacen tales afirmaciones sobre mí. Me calenté.   Fue un encuentro casual. Llevábamos tiempo sin vernos. Como no había bares en los que tomar un café, nos quedamos en la calle charlando, yendo y viniendo por los diferentes temas que marcaban entonces la actualidad: los últimos datos de contagios, la enésima comunicación institucional contradictoria, los fondos europeos #NextGenerationEU, las posibles causas de la baja participación en Catalunya, las fallidas mociones de censura y la convocatoria electoral en Madrid, el hastío mental del conjunto de la población,…   En un momento determinado se me escapó decirles que su vida no había cambiado tanto como la de las personas que viven del ámbit

Ya estábamos al final de algo

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No debería sorprendernos nada de lo que ha ocurrido en el último año, porque la pandemia, y sobre todo la crisis sin precedentes que esta ha generado, ha sido un fallo plausible en un mecanismo que estaba sobrepasado y con una sociedad que ya estaba al límite.  Esta es la tesis que mantiene Daniel Bernabé en su libro "Ya estábamos al final de algo" (Bruguera, marzo 2020), y aunque nos suene, merece una lectura pausada. El autor plantea un diagnóstico descarnado (y, a mi juicio, atinado) sobre las consecuencias que el neoliberalismo ha provocado en la población, al tiempo que decreta su defunción en la práctica. Sin embargo, y esta me parece una de las ideas más provocadoras del ensayo, Bernabé afirma que el neoliberalismo no cae por oposición de un modelo alternativo, sino por su propia decadencia.  Por supuesto, se puede defender que actual modelo económico está vivo y que, en algunas zonas del globo, reporta buenos resultados macro. Pero creo que es innegable que el sistema

Los faraones y CLIP

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En el antiguo Egipto los faraones rezaban para que el río Nilo tuviera una buena crecida, lo que garantizaría una buena cosecha y cierta prosperidad. Los faraones siempre ganaban. Si se producía la crecida, sus rezos eran la causa. Si no se producía, los responsables eran los dioses. La política (y los políticos) llevan años ocupando una posición de podio en el ranking de las preocupaciones ciudadanas en el país. Los tres principales sentimientos que provoca la política, según el último estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas, son desconfianza, aburrimiento e indiferencia. Los tres sentimientos forman parte de un concepto más amplio: la desafección política. Hay muchísimas causas que explican esa desafección: el incumplimiento de la palabra y de los programas, la confrontación permanente, la percepción de que los partidos van “a lo suyo”, la crisis de las instituciones de representación y la falta de virtud de sus representantes, la sensación de opacidad, etc. La cue

Vuelve a casa… ¡y quédate!

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(Imagen de elpais.com) La vida, la posición económico-social, el efecto eliminación u otros factores van colocando en puestos de responsabilidad a personas que, sencillamente, no son las idóneas para desempeñarlos con éxito. Esta es una realidad que se da en empresas y organizaciones variopintas. Las ofertas salen adelante, los clientes responden, las cosas siguen funcionando, pero ciertamente todo podría ir mucho mejor si fuésemos capaces de incorporar (y retener) a las personas con más talento en nuestro proyecto. En esta tribuna se han analizado en varias ocasiones las causas que nos llevan a centrifugar el talento en nuestras organizaciones, un fenómeno que se produce principalmente, y resumiendo mucho, cuando la mediocridad está en el puente de mando de las mismas. Pero siendo este un problema, lo peor que nos puede ocurrir como sociedad no es que el talento se escape de una empresa de Mondragón a otra de Llodio o Amorebieta. Lo peor es cuando, tras haber in

¡Más cambios y menos discursos!

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Llevamos años escuchando y leyendo que estamos viviendo la mayor crisis institucional de nuestra historia democrática. Y ni siquiera el 40 aniversario de nuestra Constitución, que acabamos de 'celebrar', permite atisbar que el final del tortuoso camino estaría cerca. Parece no haber forma de parar esta competición hacia la autodestrucción democrática. Seguro que el lector, sea cual sea el color del cristal de sus gafas ideológicas, compartirá conmigo que hoy muchas de las promesas políticas que conocemos a través del informativo matinal ya han caducado para el informativo del mediodía. Que la pos-verdad se abre paso de manera grotesca. Y que las verdades duran el tiempo que transcurre de un tuit al siguiente. Así, el incumplimiento de la palabra dada es una de las grandes causas de la desafección política en nuestro país. Si acompañamos este incumplimiento de la alta percepción de la corrupción que existe, obtenemos un resultado también ampliamente compartido por la ciudad

¿Nueva rebelión en la granja española?

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“Pero no habían dado veinte pasos cuando se pararon bruscamente. Un enorme alboroto de voces venía desde la casa. Regresaron corriendo y miraron nuevamente por la ventana. Sí, se estaba desarrollando una violenta discusión: gritos, golpes sobre la mesa, miradas penetrantes y desconfiadas, negativas furiosas. El origen del conflicto parecía ser que tanto Napoleón como el señor Pilkington habían descubierto simultáneamente un as de espadas cada uno. Doce voces gritaban enfurecidas, y eran todas iguales. No había duda de la transformación ocurrida en las caras de los cerdos. Los animales, asombrados, pasaron su mirada del cerdo al hombre, del hombre al cerdo; y, nuevamente, del cerdo al hombre; pero ya era imposible distinguir quién era uno y quién era otro”. Este es el final de “Rebelión en la granja”, genial novela de George Orwell, que satiriza sobre la evolución de la revolución rusa, desde la búsqueda de la justicia social hasta el macabro experimento de Stalin, encarnado en la ob

La Bolsa y la desafección política

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Según las personas encuestadas por el Centro de Investigaciones Sociológicas en su último barómetro, el de julio, la política y los políticos son el tercer problema más importante que tiene el país, solo por detrás del paro y la corrupción (que también se relaciona con la política). Naturalmente, este desafecto hacia la actividad política y sus principales actores tiene causas múltiples, pero hoy me centraré únicamente en dos de las que más se citaron en nuestro país al calor del movimiento 15-M: la crisis económica y la creencia de una parte de la población de que la política no manda. Se cumplen ahora 10 años de la caída de Lehman Brothers y del inicio de la denominada como Gran Recesión, que a tanta gente trabajadora ha arruinado, que tantas empresas se ha llevado por delante y que tantas injusticias ha generado en todo el mundo. Muchos líderes de opinión y representantes políticos, empresariales o sindicales consideraban que la desafección política existente en aquellos año