Partidos y empresas familiares

En los próximos meses culminarán sus procesos congresuales el PNV, el PSE-EE y EHBildu. No son (no deberían ser) procesos irrelevantes para la sociedad, ya que los partidos tienen un papel constitucional clave en la conformación y canalización de la voluntad popular. 

Teniendo en cuenta su importante misión, sería lógico que desarrollaran con seriedad ese papel hacia el interior de sus organizaciones. Pero “su funcionamiento está menos regulado que el de una comunidad de vecinos”, como dice el profesor Joan Navarro. La ley de partidos explica mejor los requisitos para la ilegalización, que el funcionamiento y los sistemas de control y garantías que deberían tener los partidos. 

Sea o no consecuencia de este vacío regulatorio (voluntario), son las organizaciones que menos confianza inspiran en nuestra sociedad. Y, más allá de la percepción general, los estudiosos de la materia no aventuran cambios a mejor. Por ejemplo, el colectivo +Democracia, en un ranking sobre democracia en los partidos que publica periódicamente, acaba de otorgar un suspenso general. 

Ciertamente, en los últimos años hemos asistido a una degradación (mayor o menor, según el caso) de la democracia interna, del pluralismo y de los órganos de intermediación de los partidos. 


Consecuencia: un grupo muy reducido de personas decide casi todo. Así que impulsar procesos verdaderamente democráticos aguas abajo depende básicamente de la voluntad de estas personas. En ocasiones, quienes dirigen las organizaciones carecen de esta voluntad. Y, claro, si estos dirigentes de partido acaban convirtiéndose en gobernantes, tienen dificultades para entender que deben serlo para toda la sociedad, no solo para “su” parte. Muchos de los problemas y de las broncas políticas que estamos viviendo estos días tienen que ver con esta distorsión de la realidad. 

Termino. En los últimos años he conocido unas mil pequeñas y medianas empresas, la mayor parte de ellas familiares. Al cabo del tiempo, las peor paradas han sido las que optaron por no profesionalizar mínimamente sus órganos de gobierno, y en las que el propietario o fundador (casi siempre un hombre) dijo que se iba, pero puso a una persona de su estricta confianza al frente y lo tuteló desde fuera. 

PNV, PSE-EE y EHBildu son organizaciones privadas, pero no funcionan como empresas. Sin embargo, algunos de los movimientos a los que estamos asistiendo en su seno, me recuerdan demasiado a las dos características de las empresas familiares peor paradas. 

Ojalá que esté equivocado. Y ojalá que los partidos y las instituciones vascas se tomen la lucha contra la desafección política como una competencia propia. Que por esa no hay discusiones.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Pan y circo

Los verdaderos patriotas vascos