La historia de Manolo

El pasado viernes asistí a una jornada organizada por SEA, bajo el título de “Alternativas a las sucesión familiar de las empresas”. El objeto de la misma era plantear a las y los empresarios asistentes que piensen en el relevo y en el futuro de sus negocios. Y entonces yo me acordé de Manolo.

Manolo es un tío excepcional. Un señor hecho a sí mismo que comenzó su actividad empresarial hace 25 años, acompañado solamente de una máquina, con un futuro incierto, pero con mucha ilusión. Con la misma ilusión que tienen los más de tres millones de personas de nuestro país que deciden emprender y que se juegan todo lo que tienen (y lo que no tienen) a una carta: su proyecto.

Poco a poco, la empresa de Manolo fue creciendo y ganando volumen. Todo a su imagen y semejanza. Pero había una doble inquietud que no tenía resuelta: relevo en la dirección y futuro para el negocio, lo que vienen a ser las dos caras de una misma moneda.

A pesar de que el famoso día a día no le dejaba pensar, Manolo decidió pararse. Y pensar. Y mirar dentro de su casa. Allí tenía un hijo mayor, con experiencias vitales relativamente largas en Irlanda e Italia. Y allí también tenía otro hijo, el menor, no tan aplicado en los estudios, pero que desde pequeño vivió la actividad de la empresa como propia. Y también, consciente de sus limitaciones, preguntó.

Hoy es el día que la empresa de Manolo está perfectamente engrasada internamente, bajo la batuta su hijo menor. Y también es el día que vende en 36 países, gracias a la formación y al conocimiento del mundo de su hijo mayor. Como todos, tiene sus preocupaciones. Pero el relevo y el futuro están encaminados.

Querer es poder. Y si se quiere, pero no se puede, se pregunta. Que en mi humilde opinión, no hay persona más inteligente que aquella que no teme las respuestas.

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