Inmigración y futuro

Desde que hace un par de años se iniciase en Euskadi una escalada de acusaciones contra algunas de las nacionalidades de personas que han venido a buscar aquí las oportunidades que no tenían en su país, han sido muchos los exabruptos que se han escuchado por boca de diferentes dirigentes políticos.

Es verdad que importantes dirigentes del PP han llevado la voz cantante en esta materia, poniendo en cuestión el buen uso de las ayudas sociales y, en el último tiempo, mezclando de forma altamente irresponsable, inmigración, refugiados y yihadismo. Desgraciadamente, estas voces inquisitoriales no sólo han provenido de las filas populares, sino que son varios y cualificados los dirigentes de otros partidos políticos que han echado leña a un fuego que, por suerte, aún no ha prendido con fuerza en nuestro país. No obstante, hay que diseñar, realizar y mantener buenos cortafuegos pensando en evitar los incendios del futuro.

Imagino que como gran parte de la ciudadanía vasca, soy de los que piensan que es necesario introducir sistemas más eficaces de control en las ayudas sociales para tratar de evitar el fraude, independientemente de la nacionalidad de quien las cobre. En ese sentido, y dejando a un lado las formas empleadas por sus impulsores, no se puede despreciar la idea de discutir y dar forma legislativa, si fuera necesario, a nuevas fórmulas para mejorar los controles.

Pero convendrán conmigo que, si de establecer prioridades se trata, sería más importante poner en marcha medidas ejecutivas y eficaces para tratar de reducir a la mínima expresión el fraude fiscal. En Euskadi este se estima en 2.500 millones de euros al año, tanto como lo que nos cuesta pagar la Educación, por ejemplo. Mientras tanto, el montante de lo que venimos gastando en ayudas sociales –Renta de Garantía de Ingresos, Complemento de Vivienda y Ayudas de Emergencia Social–, es de 450 millones al año. Aunque la mitad da las ayudas fuesen fraudulentas, que no lo son, estaríamos hablando de una décima parte de lo que supone el fraude fiscal. Hay que colocar las cosas en su sitio.

De cualquier modo, y a pesar de las contradicciones en las que ha introducido la inmigración a las sociedades receptoras históricamente, apenas encuentra eco público y social una visión más humana y esencialmente positiva que tiene el fenómeno.

Vivimos como sociedad una situación de precariedad, de desempleo, y de “volatilidad macroeconómica”, como gusta decir ahora a los entendidos en la materia. Y esta situación debería abrirnos los ojos, de forma que mirásemos a los inmigrantes como personas, en primer lugar, y como oportunidad para el nuestro crecimiento y desarrollo conjunto, en segundo lugar.

Porque la inmigración es, rotundamente, una oportunidad desde muchos puntos de vista, auqnue hoy me centraré sólo en uno de ellos: el de la exportación de nuestras empresas.

Se habla de que el gran reto para nuestro tejido empresarial es buscar alianzas para robustecer su capacidad exportadora. Y hay datos que hablan bien de la capacidad de vender fuera que tienen nuestras empresas, por supuesto. Pero también los hay no tan positivos. Así, según el ICEX, sólo una de las tres provincias vascas – Bizkaia – está entre las diez provincias más exportadoras de España.

Se emplean muchos criterios y se dan muchos consejos a nuestras pymes –q que suponen prácticamente el 100% del tejido empresarial – a la hora de emprender el “viaje” a la internacionalización a un país-destino: crecimiento económico y poder adquisitivo per cápita, flexibilidad normativa, transparencia, etc.

Pero cada vez que reflexiono sobre la inmigración, la empresa y el futuro de nuestra sociedad, siempre me viene a la cabeza el mismo caso. Se trata de la experiencia de una empresa alavesa dirigida por una familia de origen eibarrés. Seguro que son muchos los factores de éxito de esta pyme. Pero anoten un dato: mientras que el porcentaje de inmigración en Euskadi es del 6,4% el porcentaje de trabajadores de otras nacionalidades en la citada empresa es del 21%. Y algo tendrá que ver este hecho con el resultado de exportación directa que registran: el 90% de su facturación, repartida entre 150 países diferentes.

Como otro conocido empresario vasco suele decir, “poniendo sólo a los de Beasain es difícil que vendamos fuera”.



(Artículo publicado en Diario Vasco 15.11.15)

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