La transparencia: un nuevo contrato social


El sentimiento ciudadano de desafección hacia la política se debe, en gran medida, a la situación de crisis y desempleo galopante que vivimos. Cuando la ciudadanía lo pasa mal, busca y señala responsables y, por supuesto, los representantes públicos lo son; y lo son los primeros. A pesar de que también hemos vivido otros periodos de crisis económica severa, las principales instituciones del Estado están siendo percibidas como un problema para la ciudadanía. Percepción corroborada, serie a serie, por los estudios del CIS. Los partidos políticos (tercer problema del país, según los encuestados), las autonomías, la monarquía, símbolos de la estabilidad y perdurabilidad del sistema ideado y acordado en la Transición, inspiran más desconfianza que nunca. Sin duda, tampoco ayuda a esta falta de legitimación el hecho de que en medio de la mayor depresión desde el “crack” del 29, no haya forma de encender la televisión y no sonrojarse con los informativos.

Pero al margen de la crisis, y mucho antes de que llegara, ya hacía falta una reforma en profundidad en nuestro sistema democrático... SEGUIR LEYENDO EN ELDIARIO.ES

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