Los cuatro grandes retos del socialismo vasco



El pasado mes de febrero se publicó la previsión de voto para las próximas elecciones autonómicas. El PNV ganaría, la entente que actualmente sustenta las instituciones vascas quedaría lejos de la mayoría absoluta, habría una mayoría soberanista ajustada (39 de 75), y PODEMOS podría dar el “sorpasso” a EHBILDU y al PSE-EE.

Pero hubo una interpretación de ese estudio que se ignoró en el ámbito político y de opinión, la existencia en Euskadi de una mayoría progresista: PODEMOS, EHBILDU y PSE-EE sumarían 42 de 75 escaños. Un dato que se acogió con frialdad, seguramente porque esa mayoría absoluta de votos vascos de izquierda no va a tener su corolario en un acuerdo de gobierno. Parece imposible.

PODEMOS no sabe aún qué quiere hacer con los partidos adyacentes de su espectro ideológico. EHBILDU desconfía de todos y principalmente de sí misma. Y el PSE-EE recela de PODEMOS y ha subido la altura del muro que ya le separaba de EHBILDU.

Los socialistas descartan esta alternativa por sus (razonables) dudas sobre la evolución que tendrán PODEMOS y EHBILDU, pero también acuciado por la necesidad de tener un abrigo institucional bajo el paraguas del PNV que de cobertura a un proyecto político ciertamente desdibujado.

Precisamente, el objeto de este artículo es analizar los retos que debería afrontar el socialismo vasco para poder fortalecer su posición a medio plazo. Y lo haremos centrándonos en los factores endógenos, sin abordar la crisis generalizada de la socialdemocracia europea y los elementos que la causan: la pérdida de ilusión y de un horizonte utópico al que dirigir políticas, la falta de alternativas de raíz, la burocratización de los aparatos orgánicos o el rechazo a más participación y transparencia.

LA OTRA AGENDA VASCA

6 de julio de 2006. Una delegación socialista encabezada por Patxi López se reunió de manera pública en un hotel donostiarra con una delegación de la ilegalizada Batasuna, liderada por Arnaldo Otegi. Fue un encuentro inédito e inusual, pero necesario para consolidar el incipiente diálogo entre el Gobierno de España y la banda terrorista. El PSE-EE estaba dispuesto a todo para conseguir el final de la violencia etarra y cumplir así el mayor anhelo de la sociedad vasca.

Una década después, con ETA derrotada y desaparecida de facto, es impensable una foto pública similar. No solo porque la presión mediática desde Madrid sería insoportable para una epidermis tan fina como la que tienen los dirigentes actuales en Ferraz, sino y principalmente porque los socialistas vascos hace tiempo que perdieron el pulso a una serie de cuestiones que lo hacían estar más pegado al terreno. Mantener una posición pro-activa para la consolidación de un escenario de democracia y libertad era una de ellas.

No pensemos que al PSE-EE le falte compromiso con la paz, nada más lejos de la realidad. Pero aquel pasaje ejemplifica lo que queremos expresar: la falta una propuesta creíble y solvente con relación a las cuestiones que han dominado y dominan la agenda política vasca. Porque hoy, diez años después de aquella foto, sin la presión que el PSE-EE ha sufrido durante décadas, no solo EHBILDU ha conseguido adelantarle, sino que PODEMOS amenaza con arrinconar de una manera casi definitiva al partido de Ramón Rubial.

El PSE-EE debe afrontar de una vez por todas un debate serio y abierto, con sus militantes y simpatizantes, respecto de los cambios que quiere impulsar para conseguir un nuevo marco jurídico para Euskadi. Un buen punto de partida podría ser comenzar discutiendo la propuesta que los profesores Ruiz Soroa y Arregui pusieron sobre la mesa en un libro impulsado por la Fundación Onaindia (“¿Es posible regular la secesión aquí y ahora?”).

En definitiva, solo desde la construcción de una propuesta autónoma, sólida y compartida sobre esta materia, podrá el PSE-EE enfocar la atención hacia los temas que más le interesan, hacia la otra agenda vasca.

PENSAMIENTO Y PERMEABILIDAD

El requisito fundamental para poder ocupar un espacio central en política es parecerse a la sociedad de referencia. No hablamos de atenuar el fundamento ideológico propio. Simplemente se trata de que los partidos puedan dar cabida a perfiles políticos, profesionales y culturales plurales. Es decir, hacer normal en los partidos lo que es habitual en la sociedad.

La incorporación de esas corrientes de opinión capacitan a los partidos para interpretar mejor cuáles son las preocupaciones de la sociedad, lo que les permite anticipar alternativas y soluciones. No subirse a la ola, sino generarla.

A pesar de la presión del terrorismo de ETA, el PSE-EE era reconocido por el enorme capital humano e intelectual que atesoraba. Hubo un momento no muy lejano en el que en los diferentes ámbitos institucionales y orgánicos coincidieron Onaindia, Jáuregui, Buesa, Eguiguren, Benegas, Zabaleta, Elorza,… Personas diferentes, pero con un doble elemento común: pensamiento propio y referencialidad social.

Pero más allá de esta realidad, el impulso político que llevó en 2009 a plantear una alternativa solvente y socialmente relevante -que confrontaba con la ensoñación etnicista de Ibarretxe-, no hubiera sido posible sin que el PSE-EE fuera en un momento el partido que “más se parecía a Euskadi”. Los Zubero, Auzmendi, Guevara, Juaristi, Etxenike, Lertxundi, Urgell, Rivera y un largo etcétera, provenientes de diferentes culturas políticas, acabaron convergiendo en un proyecto socialdemócrata de cambio y construcción de la ciudadanía vasca.

Se nos antoja como imprescindible recuperar esa capacidad de penetración en ámbitos sociales históricamente vedados a la socialdemocracia autonomista. Y para ello, los dirigentes del PSE-EE tienen ante sí el reto de rearmar ideológicamente el proyecto y dotarlo de credibilidad como alternativa al modelo actual de las derechas vasca y española, modelo que no hace sino agrandar la brecha de desigualdad existente.

Hasta el momento no lo ha hecho. Y en la medida en que el partido ha dejado de ser un instrumento eficaz para defender a las clases sociales que su publicidad dice defender, estas han buscado alternativas. La irrupción de PODEMOS no es fruto de una conspiración mediática ni del influjo de una llamativa coleta; es la respuesta lógica ante un enorme vacío de ideas, de presencia social y de valentía. Antes, en 2011, el éxito de la alternativa BILDU en los barrios más jóvenes y urbanos de Euskadi supuso un primer toque de atención. Ha habido más avisos, a cada cual más serio, que el PSE-EE ha ignorado de manera incomprensible.

VUELTA AL ORIGEN

Que el PSE-EE es municipalista no es un mero eslogan, y Recalde dio buena cuenta de ello en sus memorias. La acelerada industrialización sufrida por Euskadi durante el desarrollismo trajo consigo la conformación de núcleos urbanos desordenados, sin servicios ni equipamientos, sin espacios públicos. El socialismo vasco tuvo un papel fundamental (y nunca bien reconocido) en el proceso de conversión de estos municipios industriales en lugares habitables, con servicios comunitarios, parques, escuelas,… Todo este bagaje de buen hacer, de gestión aseada y de aplicación práctica de las enseñanzas de la socialdemocracia nórdica, ha tenido como ejemplos a muchos municipios con gobiernos socialistas.

Estos gobiernos locales han proporcionado un plantel de cuadros forjados en la gestión de problemas cotidianos, que en la mayoría de los casos no han querido o podido tener un papel más relevante en la política vasca.

Posiblemente, un partido con un papel más destacado de aquellos cuadros estaría más apegado a las demandas reales de la sociedad, y podría presentarse ante la sociedad con más garantías de capacidad de gestión. Porque al contrario de lo que tienen los partidos interiorizado, alguien que se desenvuelve bien en las cuestiones orgánicas, no tiene por qué saber gestionar en una institución, sea esta de representación o de gobierno.

LA GENERACIÓN PERDIDA

El día que ETA intentó asesinar a Eduardo Madina, entonces dirigente de las Juventudes Socialistas de Euskadi, fueron centenares las personas que se acercaron al hospital de Cruces a interesarse por él y a solidarizarse con su familia. Nosotros recordamos a una treintena de personas de nuestras edad, que entonces eran el motor de una organización juvenil castigada, pero viva, crítica y audaz en sus planteamientos.

Ingenieros, arquitectos, politólogos y sociólogos, químicos, historiadores, estudiantes de FP o empleados de la construcción componían aquel grupo de gente joven. Un grupo formado que además tenía un firme compromiso político, algo que quedaba acreditado por el mero hecho de militar política y públicamente en un entorno de hostigamiento

Esta generación, además de aportar la necesaria frescura y rebeldía que necesitan las organizaciones para pervivir , la mantenía conectada con una realidad social cambiante.

Con el nuevo milenio comenzó a emerger una nueva desigualdad: la generacional. Como anticipó Tony Judt “no sabemos qué mundo van a heredar nuestros hijos, pero ya no podemos seguir engañándonos con la suposición de que se parecerá al nuestro”. La juventud de hoy tiene más difícil encontrar un empleo digno que lo que lo tenían sus padres, algo que no contemplaban quienes consiguieron superar el franquismo y levantar al país.

También en los años 2000 comenzaron a emerger las nuevas tecnologías como forma de comunicación, incidiendo de forma directa en las relaciones sociales y en las instituciones de intermediación (partidos, sindicatos, asociaciones, etc.). Hoy los millennials han convertido en habitual lo que entonces era excepción: no se puede interpretar la realidad al margen de las nuevas tecnologías.

Pues bien, la generación de Madina era en el PSE-EE el nexo que unía las realidades de quienes viven en el precariado y quienes conocieron la estabilidad. Y la generación de Madina constituía también el puente entre los jóvenes del empleo precario, y entre los nuevos y digitalizados votantes y una anquilosada realidad que hemos conocido con motivo de la consulta a las bases realizada hace unas semanas: la mitad de la militancia socialista no dispone de correo electrónico. Mientras que los veteranos que ya en aquel momento prometían “dar paso a los jóvenes” siguen en sus puestos, hoy la mayoría de aquellos veinteañeros que se abrazaban y agolpaban indignados a las puertas del hospital en febrero del 2002 no ostentan responsabilidad alguna en el proyecto del PSE-EE, ni el propio Madina.

El reto parece claro en este sentido. Aunque quizás a estas alturas, sea tan claro como difícil conseguirlo.



Óscar Rodríguez Vaz y Rubén Mateos del Pino. Politólogos y afiliados al PSE-EE (PSOE).



(Publicado en el número 13 de la revista GALDE)



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