Primero, primarias


Sí, la Socialdemocracia está atravesando una grave crisis de identidad y de modelo. Y ese es su principal problema. Los datos de desigualdad y pobreza a nivel global, demuestran que  se ha agotado el papel de contrapeso redistribuidor de los efectos perversos de la economía de mercado que ejercía. Su reto hoy no es buscar fórmulas para repartir mejor el crecimiento sin control, sino dar con un modelo alternativo que permita un desarrollo justo.

En mi opinión, la crisis de resultados electorales obedece a la crisis de modelo esencialmente. Por supuesto, también influye el hecho de que en muchos países occidentales – España, entre ellos – haya sido la propia Socialdemocracia la que diera los primeros pasos en la ejecución de las políticas de la austeridad impulsadas por los conservadores. Este último hecho, añade un hándicap muy serio en materia electoral, una crisis de credibilidad.  Por eso, por ejemplo, a pesar de llevar más de dos años gobernando y a pesar de los malos datos – 20% de las personas en pobreza relativa, 6% en pobreza severa, más de un 50% de paro juvenil, etc. –, al Gobierno de España le sigue valiendo el argumento de la herencia recibida frente a los socialistas.
La Socialdemocracia seguirá en crisis hasta que no dé con un modelo alternativo al actual en clave de crecimiento equitativo. Como consecuencia de los efectos desastrosos de las políticas conservadoras o de la falta de alternativa, podrá ganar elecciones en algunos lugares, pero no tendrá recorrido futuro si no da con ese modelo alternativo.

Para ello, básicamente hace falta que la Socialdemocracia se lo proponga y sea completamente permeable a lo que se está “cociendo” en la calle. Porque, junto a la crisis de modelo, este es su segundo gran problema: su desconexión con la realidad.

Bajemos al terreno. Hablemos del PSOE. Fuera de las cuatro paredes que recluyen a la mayoría de sus dirigentes, existen colectivos y movimientos de todo tipo que defienden modelos alternativos de sociedad, desde la Economía Circular, hasta el Decrecimiento, pasando por la Economía del Bien Común. Y todos ellos tienen su concreción en medidas más o menos ejecutables. Probablemente ninguno de esos modelos por sí mismo vaya a sustituir al Capitalismo a corto plazo, pero seguro que una mezcla de todos ellos podría constituir una alternativa solvente en el futuro. Y la Socialdemocracia debería estar en conexión permanente con todos ellos. Esto facilitaría su propia y necesaria catarsis en clave de regeneración. Pero no lo está.

La Socialdemocracia está desconectada o fuera de cobertura. Como muestra, un botón: aunque parezca mentira al lector, tras el lamentable resultado obtenido en las elecciones europeas, puedo dar fe de la existencia de muchos miembros de la Dirección del PSOE a todos los niveles que aún se sorprenden de la revuelta pública que se está viviendo en las filas socialistas. ¡Como si no se hubiera visto venir!

Que el PSOE tenga 135 años, que transformara España en los años 80 y que haya dispuesto de un gran respaldo electoral desde la Transición, no es garantía de nada. A veces se nos olvida que el difunto Pablo Iglesias, empezó como único diputado en Cortes Generales. Seguramente sólo se sorprenden de la rebelión de las bases aquellas personas de la Dirección socialista – muchas, al parecer – que no aciertan a entender que el suelo electoral del PSOE es el 0%.

Ante esta situación, es imprescindible que se presenten alternativas para enderezar el rumbo de este viejo partido convertido en un partido viejo. Y la forma más coherente de hacerlo, a mi entender, es la que estaba prevista: primero, primarias.

A través de un proceso de elección abierto a la ciudadanía de la candidatura a la Presidencia del Gobierno, podrán surgir esas alternativas. Y no me refiero a las personas, tanto como a los proyectos que quieran encabezar esas personas. Es momento de que emerjan proyectos de transformación social, de que alguien dibuje una nueva utopía para la izquierda en este país.

Y una vez decidido el tándem persona-proyecto para la transformación del país, tendrá sentido celebrar un Congreso del PSOE. Un Congreso en el que, por supuesto, voten todos sus militantes de forma directa, en el que se ratifique ese proyecto para la España del siglo XXI y, por supuesto, en el que se elija una nueva Dirección.

Pero o yo estoy muy perdido – algo nada descartable, a tenor de los cambios de opinión permanentes de los propios dirigentes socialistas –, o se celebrará primero un Congreso Federal, quedando aplazadas una vez más, las primarias ciudadanas para elegir a la persona que queremos que presida el Gobierno. En esta tesis, si ni siquiera se va a permitir que cada militante tenga un voto en ese Congreso – adoptándose la fórmula de “consulta no vinculante” propuesta por Ferraz –, mucho me temo que el PSOE tiene sus días contados como partido de gobierno. Veremos.

(Artículo publicado en junio en El Correo de Bizkaia y Álava).

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