¿Ha vuelto el PSOE?

El Gobierno y el partido de Mariano Rajoy celebran estos días dos años al frente de La Moncloa. Motivos no les faltan: a pesar de que el paro siga desbocado, que el caso Bárcenas les sople la nuca y que la credibilidad y popularidad de sus dirigentes se hunda bajo mínimos, enfrente no acaba de cuajar una alternativa de gobierno que les enfríe esa falsa alegría del aniversario.

"El PSOE ha vuelto". Fue el mensaje que los socialistas reunidos en Madrid en su Conferencia Política de hace dos semanas trataron de trasladar a la sociedad. Al margen de los juegos de palabras que permite y a que invita el eslogan, pienso que la izquierda española tiene ante sí tres grandes retos para volver a ser un partido de mayorías y de gobierno. Y, sinceramente, no sé si el PSOE los ha abordado con suficiente profundidad en el citado cónclave del que ya poco o nada se habla.

Lo primero sería devolvernos la ilusión en la política y en la utopía racional a laa gentes progresistas. El neoliberalismo nos ha metido en un programa de recortes a todos los niveles que supone una pérdida de derechos histórica, una amenaza a la democracia entendida también como justicia social necesaria y un nuevo reparto de la riqueza al gusto exclusivo del capital. Lo suyo no es un recetario técnico para salir de la crisis tanto como un programa político de redistribución histórica de las rentas entre los grupos de ciudadanos, entre las clases sociales.

Un partido que desde la izquierda aspira a la mayoría social y a hacer posibles sus propuestas desde la gestión gubernamental tiene que plantear una lectura global y unas medidas concretas y creíbles para atajar esta crisis económica. Posiblemente sean necesarias ahí algunas medidas de choque a corto plazo. Pero la receta del futuro no pasa por respaldar o por oponerse a los recortes sin más. Hace falta una alternativa global. Desde el 15-M hasta los teóricos del Decrecimiento, pasando por los defensores de la Economía del Bien Común, son muchas las personas y movimientos que están poniendo su modelo alternativo encima de la mesa. Y basándose en estas u otras medidas, la izquierda en general, y la socialdemocracia española en particular, debería dibujar la utopía creíble hacia la que caminar. Y, a partir de ahí, articular un relato que consiga convencer, hacer visible sin dificultad y emocionar a la mayoría, otorgando credibilidad a un modelo alternativo y diferente del que nos ha traído a la situación en la que nos encontramos. Eso no ha salido de la pasada Conferencia del PSOE.

El segundo gran reto tiene que ver con la actualización del acuerdo constitucional. Los años no pasan en vano y las bases que no han podido tocarse desde la Transición han quedado desfasadas y demandan un tratamiento valiente y acorde a los tiempos (monarquía, organización territorial, relaciones del Estado con la Iglesia…).

Por supuesto que no es ni bueno ni necesario que cada nueva generación viva un proceso constituyente. Pero tampoco la intangibilidad de nuestra Constitución -salvo excepciones a contrapié de lo que señalo- es la receta si se quiere que ésta siga dibujando el escenario y marcando las reglas del juego entre los ciudadanos españoles del siglo XXI. De esto tampoco habló en profundidad el PSOE en su pasada Conferencia, más allá de del despliegue de alguna receta perdida todavía en la abstracción como respuesta política concreta.

Finalmente está la regeneración democrática, tanto de puertas hacia adentro del partido, como de puertas hacia afuera. La política y los políticos son el tercer problema para la gente. En el Congreso en el que Pérez Rubalcaba fue elegido, hace ya casi dos años, se adquirió el compromiso de avanzar en el camino de la regeneración. Un camino basado en medidas de radical transparencia, que supondrían el germen de mejores mecanismos para la prevención de la corrupción, así como de nuevos cauces de participación política y de rendición de cuentas.

Pues bien, la Conferencia del PSOE no apuntó fórmulas novedosas en este terreno, por encima de las primarias abiertas para la elección del candidato a Presidente que ya se acordaron hace dos años. Y, sobre todo, los socialistas allí presentes no asumieron el compromiso de aplicar medidas de apertura en sus procesos internos de elección y de toma de decisiones, que es lo que verdaderamente otorgaría credibilidad. Predicar con el ejemplo. No sólo no se asumió el compromiso de celebrar primarias abiertas para a la elección de los candidatos en los Ayuntamientos, sino que ni siquiera se aprobó que haya primarias para la elección de la Secretaría General del partido en los diferentes ámbitos.

Al margen de las grandes palabras y de los bienintencionados ejercicios de voluntarismo, lo que hace falta para regenerar el proyecto es voluntad, especialmente por parte de sus principales dirigentes. Al PSOE le falta credibilidad, tanto en sus respuestas como en sus representantes. Ni unas ni otros enganchan a la mayoría. Creo que eso es lo que ha faltado y sigue faltando: respuestas colectivas y actitudes personales para generar confianza. Pero el problema es que, bien pensado, si se regenerase a fondo el proyecto lo primero que tenía que pasar es que cambiaran inmediatamente los dirigentes. Y el PSOE no parece muy partidario.


(Artículo publicado en El Diario Vasco)

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