#14N
La semana pasada paseaba por la calle con un ilustre político. Nos encontramos con un amigo, sindicalista, importante en Euskadi. Lógicamente, hablamos de economía, de paro, de recortes, del PSOE y de la patética situación que atraviesa gran parte de la población en Euskadi y en España. "A ver qué pasa el día 14" - dijo el sindicalista. "Mira, a partir del día 14 habrá que replantearse los métodos de protesta, porque una huelga sirve para poco" - replicó el político. "Bueno, es una válvula de escape, yo creo que al menos sirve para desahogarse, ¿qué nos queda si no?" - zanjó el sindicalista.
Proseguimos nuestro paseo, y nuestra conversación. Y tomamos algo con un señor mayor, en buena posición, sin carnet político. No dio tiempo a que el político dijese "esta boca es mía"... "Mira chico, habrá quien piense que no sirve para nada, pero si no fuera por las huelgas, la calle estaría ardiendo. Al menos sirve para que la gente muestre su indingación y se desahogue" - dijo el señor.
Se trata de una huelga política, evidentemente. Se trata de una huelga contra las políticas que lejos de ayudarnos a remontar, se están demostrando erróneas y perjudiciales para la mayor parte de la población, aquí y fuera de aquí. Por tanto, sirve como válvula de escape, que diría mi amigo el sindicalista.
Y se trata de una huelga social, también. Es una jornada para conocer la situación en la que se encuentran en otros centros de trabajo y que sirve para (re)conocer que formamos parte de un mismo colectivo. Como decía el señor mayor, si no fuera por estas formas de protesta (constitucionales, por cierto), quizás el país estaría ardiendo.
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