Sobre el futuro del PSE-EE y los acuerdos con el PNV en Euskadi

Tras la últimas elecciones locales y forales en Euskadi publiqué "Gobiernos de coalición: dudas confesables". Analizados por encima los datos de anoche, me reafirmo hasta en las comas.

No tengo claro que ahora el PSE-EE deba romper los acuerdos que ya tiene en Ayuntamientos y Diputaciones. Pero sí tengo claro que no debe entrar en el Gobierno Vasco. Y también creo inexcusable que se plantee en serio y sin cortapisas su proyecto de futuro en Euskadi, cueste lo que cueste. Quizás sea la última oportunidad.

Ahí dejo el artículo de junio de 2015:


Gobiernos de coalición: dudas confesables

A finales de 2013, después de tres duros varapalos electorales, especiamente en Álava, los máximos dirigentes del PSE-EE prometieron regenerar el proyecto en base a un giro a la izquierda, acompañado de una renovación profunda.

Sin solución de continuidad, y tras un deshielo express en las relaciones con el PNV, se alcanzó un acuerdo fiscal con este partido. Un acuerdo que también apoyó el PP.

Aquella decisión se adoptó bajo un doble argumento: de una parte, “el PNV aceptaba las propuestas socialistas”; y de otra parte, “la sociedad”, según los estudios de opinión, nos demandaba “una oposición útil”. Ni la impronta socialista en la política fiscal ha sido tanta, ni aquella forma de hacer oposición ha sido premiada por la sociedad.

Lo que sí es cierto es que el PSE-EE dió oxígeno a un PNV en situación agónica, que se lanzó a gobernar con 27 de los 75 parlamentarios, sin haber tejido acuerdo de estabilidad alguno. Con aquella decisión, se puso fín a un primer "annus horribilis", a partir del cual el lehendakari y su partido comenzaron a afianzarse. Recuérdese que tanto Ardanza como Ibarretxe tardaron bastante más de un año en consolidarse al frente de la Lehendakaritza.

Hoy, tras las nuevas derrotas en las europeas 2014 y en las municipales 2015, el PSE-EE ha decidido comprometer su posición (y su futuro) aún más. Ha decidido entrar a formar parte de los gobiernos con el PNV, a pesar de haber sido la cuarta fuerza política en número de votos en Euskadi. En Álava, ha ocupado la quinta posición, el peor resultado desde la Transición.

Buena parte de la militancia y de los electores de referencia del PSE-EE se sienten decepcionados y huérfanos. Decepcionados, porque las sucesivas promesas de renovación del partido no se han producido con la profundidad que requería el momento. Y huérfanos, porque siguen ver sin un relato alternativo con el que ilusionarse.

De cualquier modo, hay quienes consideran que el primer problema de la socialdemocracia es la crisis de su modelo, de la que devendrían los malos resultados. Según esta tesis, el socialismo seguirá en crisis hasta que no sea capaz de ofrecer una alternativa al modelo socio-económico actual en clave de crecimiento equitativo. Podrá gobernar e incluso ganar elecciones en algunos lugaras, especialmente como consecuencia de los efectos desastrosos de las políticas conservadoras. Pero no tendrá recorrido futuro si no construye esa alternativa.

Ante esta encrucijada, ¿coaligarse con el PNV, la “derecha nacionalista”, facilitará la búsqueda de ese camino propio y alternativo aquí en Euskadi? En mi opiníon, no.

Además, para trabajar esa alternativa, ese relato, el socialismo tendría que ser completamente permeable a lo que se está moviendo en la calle. Y, por tanto, tendría que vencer su segundo gran hándicap (no exclusivo del partido socialista): la desconexión con la realidad.

Fuera de las cuatro paredes del partido, existen colectivos y movimientos de todo tipo que defienden modelos alternativos de desarrollo y de sociedad: la Economía del Bien Común, la Economía Circular, el Decrecimiento,…, todos ellos tienen su concreción en medidas más o menos ejecutables. Probablemente una mezcla de todas estas teorías podría constituir una alternativa solvente al Capitalismo en el futuro. Y parece obvio que el socialismo debería estar en conexión permanente con estas realidades, lo que, de paso, facilitaría su propia y necesaria catarsis en clave de regeneración.

Pero, ¿estar centrados en la gestión cotidiana de los gobiernos forales y municipales, facilitará la necesaria conexión del PSE-EE con todos estos movimientos? ¿Ayudará a ganar parte de la credibilidad perdida en ese terreno el hecho de no poder apoyar las propuestas progresistas que lancen los partidos de la oposición (PODEMOS y EHBildu)? Yo creo que no.

Hay una tercera razón más que podría debilitar la posición de la socialdemocracia vasca. Como ya anunció, el PNV dedicará la segunda parte de la legislatura autonómica a impulsar un nuevo estatus para Euskadi. Y también esa, es una asignatura pendiente del socialismo vasco y del socialismo español.

Este siempre ha sido un debate ajeno a los intereses de una izquierda que, por definición (y hoy, por necesidad), es internacionalista. Tampoco existe una posición pública consensuada en esta materia, por falta de una discusión seria y desde la base. Por tanto, a medida que avance el debate, es previsible que se vuelvan a abrir las ajadas costuras del socialismo. Y posiblemente, quienes estén personalmente implicados en los gobiernos con el PNV, tendrán una visión diferente sobre la materia de la de quienes no tengan ningún tipo de dependencia.

¿Cuáles son las ventajas para el PSE-EE de formar parte de gobiernos que impulsarán y/o respaldarán una propuesta de nuevo estatus para Euskadi en clave nacionalista? No las veo.

En resumen, si se quiere dotar de un mínimo de estabilidad a los gobiernos municipales y forales, hay fórmulas distintas a la de formar gobiernos de coalición. Fórmulas que no pasen por maniatar más aún el discurso y la posiblidad de acción de un partido sin el que no se podría entender la Historia Contemporánea de Euskadi.


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