Algo va mal

Prácticamente coincidiendo con la teorización de Montesquieu en torno a la separación de los tres poderes, Burke popularizaba el cuarto poder, en alusión a la gran influencia que ejercía la prensa en aquellos momentos, mediados del siglo dieciocho. Lo más probable es que Burke no tuviera ni pajolera idea de lo influyente que iba a ser ese cuarto poder unos decenios después, con la aparición y uso generalizado de la radio y la televisión. 

Hoy, sin embargo, se abre camino la idea de que ese cuart poder es normalmente el brazo ejecutor de las estrategias e intereses de las empresas que los sustentan económicamente. De modo que la fundamental independencia de los medios de comunicación, está más que en cuestión.

Pero, ¿y qué hay de los otros tres poderes? ¿Son independientes? Porque hay quienes piensan que los parlamentos, los gobiernos y los jueces son meros instrumentos en manos de otro poder. Un poder que no elige la ciudadanía, puesto que no se presenta a las elecciones y que, por tanto, nunca tiene que rendir cuentas de sus actos.

Sin ser yo un defensor de esta teoría, sí creo que la política, en todas sus expresiones, está en demasiados sitios y, sin embargo, no manda en casi ninguno. La política no manda en la banca, pero sí hay políticos en los consejos de entidades financieras; las energéticas no son dirigidas por la política, pero sí hay políticos sentados en sus consejos de administración; los partidos no mandan en el poder judicial, pero sí hay políticos en los órganos de gobierno de la justicia. Y podría seguir.

Este afán “okupa” de la política y los partidos puede transmitir a la ciudadanía la idea de que la política manda en todo. Y por tanto, en situaciones como la de hoy, en la que hay muchos problemas y pocas soluciones, la gente sitúa a la política como el tercer gran problema del país, tras la corrupción y el desempleo. Algo va mal.

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