Para buscar a los enemigos de la democracia no hace falta irse muy lejos

Página 14, segundo párrafo: "Para los antiguos griegos, los dioses castigan el orgullo de las personas que quieren ocupar su lugar y creen que pueden decidirlo todo. Para los cristianos, el hombre carga desde que nace con el pecado original, que limita seriamente sus aspiraciones. Los habitantes de los países democráticos modernos no creen necesariamente en los dioses ni en el pecado original, pero el papel de freno de sus aspiraciones lo desempeña la propia complejidad del tejido social y del régimen democrático, las múltiples exigencias que éste tiene que concilair y los intereses divergentes que intenta satisfacer. El primer enemigo de la democracia es la simplificación, que reduce lo plural a lo único y abre así el camino a la desmesura".

Este párrafo me enganchó a un ensayo que habla del pasado, muestra un compromiso con el presente, pero que sobre todo, en mi opinión, da una serie de pautas de lo que no debe ser el futuro. Y para evitar un futuro indeseable no debemos protegernos de fantasmas, de manos negras, del otro, del enemigo exterior. No, nuestros mayores peligros residen en nuestro interior, en nuestras pautas de conducta: en el mesianismo (sé cómo arreglar el mundo y lo voy a hacer como sea), en el ultraliberalismo (las penurias de los parias son daños colaterales por el bien de la economía) y el populismo y la xenofobia (crecimiento del nacionalismo excluyente).

A mí me gusta su tesis porque parte de la base de que nuestro destino no es más que la suma de las voluntades de todos y cada uno de nosotros y nosotras. Y me parece especialmente sugerente su idea de provocar una "primavera europea". Como depende de nuestra voluntad, ¿por qué esperar a Europa? ¿Y por qué esperar a España? ¿Qué tal si intentamos cambiar nuestro ámbito más cercano? Si lo que hacemos es bueno y se tiene que contagiar, ya se contagiará, ya!!!

Resumen de la presentación del libro en Madrid a cargo de Todorov pinchando aquí.

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